EL IMPACTO DE MADRE CARMEN SALLÉS EN MI CAMINO COMO PROFESORA


Cuando me paro a pensar en mis años de colegio, me doy cuenta de lo mucho que han influido en mi vida y en mi forma de ser. Ahora, desde mi perspectiva de futura profesora y pedagoga, todo tiene mucho más sentido. Lo que en su momento veía simplemente como “el colegio”, hoy lo entiendo como una institución que, con una estructura bien organizada, se encarga de que no solo aprendamos contenidos, sino que también crezcamos como personas.

En clase nos mandaron leer el actual proyecto educativo de Primaria de nuestro colegio, y me alegró ver que los valores de Madre Carmen Sallés siguieran presentes. Y es que, cuando yo estudié allí, no se trataba solo de aprender matemáticas o lengua, sino de formarnos como seres humanos. Su lema, “Adelante, siempre adelante, Dios proveerá”, no era solo una frase que repetíamos; era un mensaje que nos llenaba de confianza y nos impulsaba a superar cualquier dificultad. Y aunque han pasado años, esa frase sigue acompañándome en mi día a día.

¿Os estareis preguntando quien es esta señora y por qué hablas tanto de ella? Pues Madre Carmen Sallés fue la fundadora de mi colegio y una gran inspiración para mí, pero también lo es para alumnos que, como yo, tuvimos la suerte de formar parte de las Concepcionistas y no somos unos pocos porque esta repartida por todo el mundo. Pero, ¿quién era esta mujer que tanto nos marcó? Nació en 1848 en Vic (Barcelona), en una época en la que las mujeres tenían muy pocas oportunidades educativas. Sin embargo, su visión estaba clara: “Educar es tarea del corazón”. Madre Carmen creía en una educación en la que el desarrollo académico y el personal fueran de la mano. Gracias a su esfuerzo y valentía, fundó la congregación de las Religiosas Concepcionistas Misioneras de la Enseñanza, con el propósito de ofrecer una educación de calidad, basada en valores cristianos.






Cuando era estudiante, nunca me paraba a pensar en cómo se tomaban las decisiones dentro del colegio. Solo veía que todo funcionaba a la perfección: los profesores nos guiaban, el ambiente era acogedor y nos sentíamos seguros. Ahora, mirando atrás, entiendo que esto no era casualidad. Detrás de todo eso había un equipo de personas que lo hacía posible: un Equipo Directivo que gestionaba el colegio, un Consejo Escolar que nos representaba y un Claustro de Profesores que se aseguraba de que todo tuviera sentido pedagógicamente. Este trabajo en equipo era lo que nos permitía aprender y crecer.

Uno de los documentos que define la identidad del colegio es el Proyecto Educativo de Centro (PEC). Es, básicamente, el ADN de las Concepcionistas. En él se establece qué tipo de educación se quiere ofrecer y qué valores son fundamentales. Como nos enseñaba Madre Carmen: “En la tarea de la educación, ‘acompañar’ es fundamental. Caminando junto a ellos podemos ayudarles a descubrir la verdad y la VERDAD”. Y, sinceramente, esto era algo que se vivía en cada clase, en cada iniciativa, en cada pequeño gesto de los profesores. Lo recuerdo perfectamente en esas mañanas en las que los profes se quedaban después de clase para ayudarnos con lo que no habíamos entendido bien, en los momentos en que nos motivaban a participar en voluntariados o en la manera en que nos enseñaban que el aprendizaje va mucho más allá de aprobar exámenes.

Además, la Programación General Anual (PGA) marcaba el ritmo de cada curso relacionandolo con un lema, asegurándose de que todo se desarrollara según lo planeado. Gracias a esta organización, pudimos disfrutar de experiencias que nunca olvidaré: excursiones, proyectos que nos hicieron sentir que realmente estábamos aprendiendo algo significativo. Y aunque en su momento no sabíamos que existía, el Plan de Convivencia era la base para que todos nos sintiéramos en un ambiente de respeto y confianza.

Madre Carmen Sallés, con su visión tan clara, siempre creía en la educación como una herramienta de transformación. Su frase “Amad a los niños y sabréis educarlos” lo resume todo: para ella, educar no era solo impartir conocimientos, sino preparar a los jóvenes para la vida, con amor, fe y respeto como pilares fundamentales. Esa enseñanza me ha acompañado a lo largo de los años y es algo que, como futura profesora, quiero transmitir a mis propios alumnos.

Hoy, al estar del otro lado, preparándome para ser profesora, me doy cuenta de cuánto debo a mi colegio. Ser exalumna de las Concepcionistas no es solo un bonito recuerdo; es un sello que me ha marcado y que, sin duda, influirá en mi forma de enseñar.

A los alumnos de hoy, solo les puedo decir que aprovechen cada momento. Lo que aquí se aprende va mucho más allá de los libros. Y como dijo Madre Carmen, "Mientras haya jóvenes que educar y valores que transmitir,las dificultades no cuentan".



Comentarios

  1. Qué recuerdos!!, yo también estudié en un colegio concepcionista y tengo gran recuerdo de él y de los valores que nos transmitian a través de Madre Carmen Salles.

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